miércoles, 10 de mayo de 2017

Del éxito a la maestría: Aceptar el “casi” lograrlo

El desarrollo y la autorrealización personal y profesional, están colmados de la idea de “éxito”. Esta implica conseguir una meta establecida, un hito o reconocimiento que dota de sentido el esfuerzo realizado en la consecución de dicha meta. Sin embargo, muchos sentimos con frecuencia que nos quedamos a unos pocos pasos de conseguir ese ideal de éxito, considerando dichos resultados como un “fracaso”.

El esfuerzo por construirnos a nosotros mismos y conseguir paulatinamente objetivos, requiere que nos planteemos un objetivo inicial. Como muestra la metáfora del arquero, apuntamos a un blanco bien señalado -un objetivo- que guía nuestras acciones. Como le ocurre al arquero, en numerosas ocasiones erramos el tiro o sólo conseguimos acercarnos al blanco.

La historiadora del arte, Sarah Lewis, ofrece una reflexión en TedTalks acerca de la función de este “casi lograrlo”. Teniendo en mente la metáfora del arquero, en la que, “para acertar en el blanco, se ha de apuntar a un objetivo ligeramente desviado de él”, reflexiona acerca de la utilidad de esas ocasiones en las que se “ha fallado el tiro”; así como el valor de ello en el desarrollo personal como algo que nos hace avanzar más allá del éxito hacia la maestría, hacia el verdadero dominio y experiencia o pericia.

Compartimos aquí sus reflexiones:

Me siento muy afortunada de que mi primer trabajo haya sido en el Museo de Arte Moderno, en una retrospectiva de la pintora Elizabeth Murray. Aprendí mucho de ella. El curador de arte Robert Storr seleccionó todas las pinturas que Murray realizó a lo largo de su vida. Me encantaba ver las obras de los 70s… Había algunos motivos y elementos de éstas, que resurgían más tarde en su obra. Recuerdo que le pregunté qué pensaba acerca de sus primeras obras; si no se supiera que eran de ella, tal vez habría sido imposible imaginarlo. Me dijo que algunas no alcanzaban su marca personal en cuanto a lo que ella quería que fueran. De hecho, una de las obras que tampoco consideró que respondía a su marca personal, la desechó en los contenedores de basura de su estudio y fue recogida por una vecina que vio en aquel momento su valor.
En aquel momento cambió mi opinión acerca del éxito y la creatividad. Me di cuenta de que el éxito es un momento, pero lo que siempre admiramos realmente es la creatividad y la maestría. Pero el tema es ¿qué nos lleva a convertir el éxito en maestría? Esta es una pregunta que me he hecho durante mucho tiempo. Creo que llega cuando comenzamos a valorar el regalo de “casi lograrlo”.

Esto es algo que empecé a entender cuando fui, en un frío día de mayo, a ver un torneo universitario de tiro al arco. Quería ver lo que se llama la ‘paradoja del arquero’, la idea de que para acertar en el blanco, se debe apuntar a algo ligeramente desviado de él. Vi cómo el entrenador acompañaba a las chicas que estaban en una especie de ‘relajación concentrada’. Todas pasaban y me sonreían, pero me evaluaban en su camino al campo y hablaban entre ellas, no con palabras, sino con números, ángulos y posiciones acerca de cómo planeaban acertar la diana. Me situé detrás de una de las arqueras, mientras que su entrenador se ubicaba entre nosotras para evaluar quién podría necesitar ayuda. La observaba y no entendía cómo siquiera podría ser posible acertar en el blanco, en el círculo de los 10 puntos. Este estaba a una distancia estándar de 70 metros y se veía tan pequeño como la cabeza de una cerilla sostenida con el brazo extendido en las puntas de los dedos. Y esto mientras se sostiene un arco de 20 kilos en cada tiro. Recuerdo que primero acertó 7 puntos, después 9, después 10… y la siguiente flecha ni siquiera dio en el objetivo. Vi que eso le proporcionó más tenacidad y siguió una y otra vez, durante tres horas. Al final de la práctica, una de las arqueras estaba tan exhausta que se acostó en el césped con los brazos extendidos, mirando hacia el cielo.

Puede resultar muy poco común un nivel de vocación que lleve a alguien a perseverar con ese nivel de exactitud, alineando la postura corporal durante tres horas para conseguir dar en el blanco, persiguiendo una excelencia en la oscuridad. Me quedé allí porque me di cuenta de que estaba viendo algo excepcional, la diferencia entre el éxito y la maestría.
El éxito es acertar los 10 puntos, pero la maestría es saber que eso no importa si no lo puedes replicar y volver a hacer una y otra vez. La maestría no es lo mismo que la excelencia. No es lo mismo que el éxito, que entiendo como un evento, un momento en el tiempo, una etiqueta que el mundo te otorga. La maestría no es lograr un objetivo si no la búsqueda constante en sí. Lo que nos hace hacer esto, lo que nos lleva adelante es valorar el casi lograrlo. 
¿Cuántas veces no catalogamos algo como un clásico, incluso como una obra maestra, mientras que su creador la considera irremediablemente inacabada, plagada de dificultades y errores, en otras palabras, algo que casi ha logrado? Elizabeth Murray me sorprendió con sus revelaciones sobre sus obras tempranas. Paul Cézanne generalmente pensaba que sus obras estaban incompletas por lo que deliberadamente las apartaba con la intención de continuarlas después, y al final de su vida resultó que solo había firmado el 10% de sus pinturas. Mientras que otros veían obras dignas de alabanza en los textos de Franz Kafka, este veía incompletitud, tanto así que quiso que todos sus diarios manuscritos, cartas e incluso borradores se quemaran después de su muerte. Sus amigos se negaron a cumplir su voluntad y gracias a ello tenemos todas las obras que atribuimos a Kafka.  
La búsqueda de la maestría, en otras palabras, es un constante “casi conseguirlo” que nos impulsa hacia adelante. “Señor, concédeme el desear más de lo que puedo lograr”, rogaba Miguel Ángel a ese Dios de la Capilla Sixtina, como si él mismo fuera ese Adán retratado con su dedo extendido y “casi” tocando la mano de Dios.
La maestría es el buscar, no el llegar. Es la búsqueda constante de cerrar la brecha entre lo que se es y lo que se quiere ser. La maestría es sacrificarse por nuestro propio oficio y vocación, y no por hacer una carrera. ¿Cuántos inventores y emprendedores anónimos viven esto? Vemos esto incluso en la vida del explorador del ártico Ben Saunders, quien me dijo que su triunfo no es simplemente el resultado de un gran logro, sino el resultado de una cadena de “casi-victorias”, de “casi lograrlo”.
Progresamos cuando superamos nuestros límites. Es una sabiduría que entendió Duke Ellington cuando dijo que la canción favorita de su repertorio era siempre la siguiente, siempre la que aún no había compuesto. Parte de la razón de que el “casi lograrlo” construya la maestría, es porque mientras mayor sea nuestra competencia y capacidad, más claramente podemos ver que no sabemos todo lo que creíamos saber.
El éxito nos motiva, pero el casi lograrlo, nos catapulta a una búsqueda constante. Uno de los ejemplos más vívidos de esto, es cuando vemos la diferencia entre los medallistas olímpicos de plata y los de bronce después de la competencia. Thomas Gilovich y su equipo de la universidad de Cornell, estudiaron esta diferencia y encontraron que la frustración que sufren los ganadores de medalla de plata comparada con la de los de bronce, que están un poco más felices por haber conseguido entrar en el cuadro olímpico y no quedarse sin conseguir una medalla, les da a los ganadores de la plata un objetivo para mejorar en la competición. Vemos esto incluso en la industria de las apuestas en el que aplicamos este fenómeno del “casi lograrlo”, creando billetes de rascar, los cuales tienen un promedio más alto de “casi ganadores”, lo que anima a comprar más billetes de lotería conocidos como ‘gana-fáciles’. Este fenómeno fue explotado por la industria de apuestas en Inglaterra durante la década de los 70s. la razón del porqué “casi ganar” da esta propulsión, es porque cambia nuestra manera de ver las cosas y pone nuestras metas, a las que tendemos a poner a la distancia, más cerca de donde estamos. El “casi lograrlo” nos hace concentrarnos, en el momento actual, en lo que planeamos para alcanzar ‘la cima de la montaña’ a la que apuntamos. Jackie Joyner-Kersee, perdió el oro en heptatlón en 1984 por una diferencia de un tercio de segundo. Su esposo predijo que eso le daría la tenacidad para seguir compitiendo. En 1988, ganó el oro imponiendo una marca a la que ningún atleta se ha acercado desde entonces.
Progresamos no cuando ya hemos hecho todo, sino cuando aún hay algo por hacer. Sabemos que progresamos cuando estamos en nuestro propio límite. Los maestros no son expertos porque hayan llevado algo a su concepto o estado final. Son maestros porque llegan a la comprensión de que no existe un final como tal.

Mientras hablo, pienso en por qué el entrenador de las arqueras me dijo al final de la práctica, lejos de los oídos de las arqueras, que él y sus colegas sienten que nunca pueden dar lo suficiente por sus equipos, sienten que no hay suficientes técnicas de visualización ni entrenamientos de posturas con las que ayudarlas a superar ese “casi lograrlo”. No sonaba como una queja, sino como una sensible forma de admitir, hacerme saber y recordarme que se estaba entregando a un camino voraz e incompleto que siempre requiere más.
Nos construimos a partir de una idea inacabada, aun cuando esa idea refleje nuestro ‘yo’ anterior. Esta es la dinámica de la maestría. Acercarse a lo que pensábamos que queríamos, puede ayudarnos a obtener más de lo que jamás habríamos soñado que alcanzaríamos. Es lo que imagino que Elizabeth Murray pensaba cuando la vi sonreír al observar esas primeras obras en la galería. Aún si creamos utopías, creo que la incompletitud estaría presente. La completud es la meta, sin embargo espero que nunca sea el final.
Encontramos oportuna la reflexión que hace Lewis, ya que a menudo se presentan ocasiones en las que, partiendo de una meta establecida, los progresos -lejos de verse como tales- se perciben y experimentan como fracasos. Esto, contradictoriamente, puede minar nuestra motivación en en la búsqueda del éxito y la maestría. No quiere decir que obviemos las metas y objetivos que nos planteamos, sino más bien que podamos aceptar y poner en valor los "pequeños éxitos" que vamos consiguiendo, manteniendo nuestro deseo de alcanzar más y mejores resultados en nuestro camino profesional, dándonos pequeñas recompensas y alimentando nuestra motivación al logro de manera continua. 

Charla de Sarah Lewis- Embrace the near win para TedTalks. Traducción y Adaptación de Kreadis

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