pero las
pequeñas, nos rodean todos los días.-Sally Koch
En muchos contextos se habla de la
generosidad como una virtud que se intenta potenciar y alimentar como hábito.
Sin embargo, apuntes diversos asoman matices en cuanto a la misma y a su
práctica en el contexto laboral, dado que en ciertas ocasiones ésta puede
conducir al agotamiento perjudicando a las personas a las que se pretende
ayudar.
En los discursos de graduación en Estados Unidos realizados
en muchos casos por grandes líderes del mundo empresarial, la gran mayoría
suelen hacer énfasis en el mismo mensaje: “Ayuda a otros”. Se les transmite a los
recién graduados aquello que dichas personalidades han conseguido gracias al hecho
de ser generosos, es decir, compartir con buena disposición, dedicar su tiempo
en tareas de ayuda y apoyo, poner al alcance de otros parte de su energía, experiencia
y conocimientos. Todos estos valores son vistos como clave para llegar a tener una
carrera de éxito y una vida llena de sentido. Sin embargo, la realidad muestra
que todo esto puede ayudar, pero no siempre es así. Es decir, aunque haya en
ello una gran dosis de buena intención, dicha orientación por sí sola no basta.
Hace 4 años Adam Grant publicó un libro titulado "Dar y
Tomar". Trata de cómo personas generosas o "donantes", tienen
éxito ayudando a otros a ‘tirar para arriba’, aportando más valor añadido a las
organizaciones que los egoístas o “tomadores”, como él los llama. Este libro
aborda el tema de cómo los "donantes" pueden llegar a la cima del
éxito, sin embargo, desde lo que apuntan otras perspectivas, puede que se quede
en un abordaje superficial del tema.
Los generosos tienen la virtud de conectar a las personas,
comparten sus conocimientos con libertad y sin cortapisas.
Dos buenos ejemplos de generosidad que desembocaron en éxitos
mundialmente conocidos fueron los casos de Apple y el de los Post-its
“Hola, Steve, deberías conocer a mi
amigo Steve, a ambos os apasionan los ordenadores y os gustan las bromas".
Así comenzó Apple.
¿Te acuerdas de aquel adhesivo que no
pegaba? ¿Por qué no lo usas para crear un marca páginas? En ese momento
nacieron los post-its.
A pesar de que los "donantes" son las personas más
valoradas dentro de las organizaciones, dicho hábito también supone un gran
riesgo de quemarse a corto plazo. Si no se protegen, su inversión en otros
puede provocarles una sensación de sobrecarga y fatiga, además de no conseguir
cumplir con sus objetivos de trabajo, lo cual les produce mayor nivel de estrés
y conflicto en casa.
Desde la publicación del libro, tanto Adam Grant como Reb
Rebele han estado estudiando qué es lo que los "donantes" podrían
hacer para mantener su energía y eficacia. A continuación apuntamos algunas de
sus conclusiones.
Un estudio realizado en compañías de tecnología reveló que
cuando sus líderes estaban de acuerdo en afirmaciones tales como: "El CEO
parece que se preocupa más por el éxito de la organización que por el éxito
propio", sus empresas obtienen mejores resultados durante el siguiente
trimestre, tanto comparados con su competencia como con sus resultados
anteriores.
No obstante, a veces se confunde la generosidad con ser
desinteresado. La escritora Carolina McGraw comenta que "estamos
condicionados a creer que ser amable significa estar disponible 24/7",
cuando en realidad ser un "donante" eficaz no se trata de dejar de
hacer todo siempre por favorecer a otros, sino de asegurarse que el beneficio
que produce el ayudar a otros compensa el coste que supone. Encontrar la forma
de ayudar sin agotar el propio tiempo y energía es generoso, pero no implica
desinterés.
Quizá la siguiente categorización pueda servir de guía para
reflexionar acerca del lugar en el que te identificas en el espectro de
generosidad, así como del lugar en el que ubicas a tus colegas:
Se ha descubierto que los donantes autoprotectores los
encontramos de tres "sabores" diferentes: siendo conscientes de cómo
ayudan, de cuándo ayudan y de a quién ayudan.
Varios estudios confirman que la ayuda reactiva suele ser
agotadora, pero que la ayuda proactiva puede ser una gran inyección de energía.
Adam Rifkin, reconocido como el mejor "networker"
en Fortune, es un programador que fundó una serie de startups tecnológicos y le
fue tan bien que se retiró a los treinta. Conocido por su generosidad y fácil
acceso, comenzó a recibir toneladas de peticiones para aconsejar en planes de
negocio. Ni tenía tiempo para ello, ni le divertía especialmente pasar su día
aconsejando a otros cómo conseguir mejorar sus negocios. Decidió poner en
contacto a sus contactos, como forma de ayudarles: cada día haría tres
presentaciones entre personas que podrían beneficiarse al conocerse. Esta
actividad la realizó durante los diez años siguientes a su retiro, haciendo más
de 10.000 contactos, abriendo puertas y permitiendo a cientos de personas a
encontrar trabajo y lanzar sus negocios.
Tal y como hizo Rifkin, todos podemos darle una vuelta a cómo
podemos ayudar a otros. Algunas ideas:
- Expertos comparten conocimientos.
- Coaches enseñan habilidades.
- Mentores facilitan asesoramiento y orientación.
- Conectores presentan a personas entre sí.
- Trabajadores de alto rendimiento, llegan pronto y/o se quedan más tarde y/o se ofrecen voluntarios para realizar trabajo extra.
Donantes ofrecen ayuda en la realización de tareas y apoyo
emocional.
No es aconsejable ser todo para todos, por lo que resulta más
constructivo elegir la capacidad que mejor te represente identificándote solo
con algunas formas de prestar ayuda -guiándote, por ejemplo, por las cosas que
haces bien y te divierten. En la medida en la que las ayudas que proporciones estén
alineadas con tus intereses y habilidades, resultará menos estresante para ti y
más valorado por los demás. Más allá de sentirte presionado por ayudar a otros,
reelige la forma de hacerlo, lo cual redundará en el aumento de tu motivación,
creatividad y bienestar.
Para evitar que el prestar ayuda resulte contraproducente o
“agobiante”, es necesario tener en cuenta cómo y cuándo se presta dicha ayuda. En
este sentido, se realizó un experimento en el cual se les pedía a un
grupo de personas que eligiesen al azar cinco acciones de ayuda a realizar cada
semana, y con una duración total de seis semanas. Se diseñaron dos
versiones distintas para realizar la ayuda: una por "aspersión" y
otra por "agrupación". Los participantes fueron asignados al azar a
cada una de las versiones. En la versión por "aspersión" había que
hacer una ayuda al día y en la versión por "agrupación" había que
elegir un día concreto de la semana para hacer las cinco acciones de ayuda
seguidas. La mitad de los participantes experimentaron un aumento de alegría y
energía que se mantuvo a lo largo de todo el estudio; mientras que la otra
mitad no pareció experimentar una mejora en su estado de ánimo por el hecho de
ayudar.
Al preguntar a un grupo de ejecutivos cual creían que era el
grupo que había conseguido aumentar su estado de ánimo, más del 80% de ellos
votaron por el grupo de "aspersión", asumiendo que un poco de ayuda
cada día era la manera más probable de aumentar el ánimo. Pero no acertaron...
Fue el grupo que realizó la ayuda en la versión por "agrupación" el
que mejoró en este sentido. Un solo acto de ayuda al día no cambia nuestro
estado de ánimo porque es una gota en el océano, pero hacer cinco ayudas en un
mismo día, hace que experimentes que has marcado una diferencia en esa semana.
Esta fórmula proporciona también mayor flexibilidad para hacer progresos en tu
propio trabajo durante el resto del tiempo.
Evidentemente, no resultaría nada práctico organizar cada
semana siguiendo las pautas de este experimento, sin embargo, sí que nos
permite hacer reflexiones en cuanto a cómo y cuándo prestamos ayuda en nuestro
contexto de trabajo y tenerlo en cuenta para poder planificar nuestros “períodos
de ayuda” de cara a potenciar nuestra energía y bienestar.
En esta línea, el resultado de un estudio realizado con
comerciales arroja datos que nos brindan otro punto de reflexión para pensar
acerca de nuestras propias habilidades y la forma en la que prestamos ayuda. La
investigación apuntó que la satisfacción derivada de ayudar a otros dependía
asimismo de las habilidades del trabajador en cuanto a la gestión de su tiempo.
Según el estudio, la ayuda a otros proporcionaba poca satisfacción a aquellos
comerciales que puntuaban bajo en habilidades de gestión del tiempo, mientras
que los que puntuaban muy alto en gestión del tiempo obtenían una alta
satisfacción al prestar ayuda.
Por supuesto, son diversos los factores a tener en cuenta en
relación con el impacto a nivel individual y global del prestar ayuda en el
contexto laboral. En la mayoría de los casos, independientemente de lo eficaz
que seas gestionando el proceso de ayuda, recibirás más demandas -internas o
externas- de las que puedas cumplir. Una de las claves se centra entonces en no
considerar exclusivamente el mero hecho de ayudar, sino también en saber
decidir quién realmente necesita y merece tu tiempo.
Tomado del artículo de : Adam Gran and Reb Rebele – Harvard
Business Review – The Big Idea -
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