Cuando queremos alcanzar la cima de una montaña, hay muchos pasos que dar entre el comienzo y la cima. El esfuerzo que tenemos que realizar para seguir dando todos estos pasos es elevado y hay que tener plena convicción en la consecución del objetivo, sino desfalleceremos en el camino.
Si nos imaginamos haciendo cumbre, lo que
será el momento victorioso de haber llegado, nos será mucho más fácil conseguir nuestro
objetivo.
Las
razones más frecuentes del fracaso son la falta de objetivos claros. La
definición de éstos sirve para orientar nuestro esquema interno (de forma más o
menos consciente) en la dirección correcta para conseguirlos y concentrar las
fuerzas sobre el verdadero punto de gravedad.
¿Os
reconocéis con esta forma de funcionar?: “La mayor parte de nuestro trabajo
surge de forma reactiva, atendemos peticiones, solucionamos problemas, buscamos
información que necesitamos para algo”.
Está
comprobado que quien se marca objetivos orienta la fuerza de su esquema y motor
interno hacia la consecución del mismo, y concentra sus energías hacia el
verdadero punto de gravedad. Con ello evitamos dispersarnos en tareas que no
serán clave y que ahora nos será más
fácil identificar.
Otra
de las ventajas es que el hecho de tener establecido un
compromiso a través de los objetivos, nos permite enfrentar tareas poco seductoras con mejor
disposición, dado que conocemos su importancia en contraste con el panorama
general (la meta a conseguir).
Tener
que hacer un seguimiento de cómo vamos cumpliendo los objetivos marcados, tiene
una ventaja adicional: tenemos una trayectoria de la consecución de los mismos.
Conviene que esta esté documentada, de forma que podamos utilizarla como
soporte en nuestra evaluación del desempeño, y demostrar(nos) cómo vamos progresando con respecto a cada uno de
los aspectos.
Después
de esto pensaréis: “Si, esto suena muy bonito, pero en mi puesto de trabajo (y
en mi vida) tengo muy poca posibilidad de establecer “mis objetivos”, casi
siempre me los establecen mis superiores, las circunstancias…”.
En
el caso de sentirnos "coaccionados por las circunstancias", sugerimos
la práctica del empoderamiento, que os creáis estos objetivos. Yohan Jonson definió el empoderamiento en el
ámbito profesional como el hecho de delegar poder y autoridad a los
subordinados y de conferirles el sentimiento de que son dueños de su propio
trabajo. Lo mismo aplica para el terreno personal.
Independientemente
de todo lo anterior, es imprescindible conocer las CARACTERÍSTICAS que tienen
que cumplir los objetivos establecidos o a establecer, para poderlos acometer
correctamente:
Propios – Cuanto más
propio sea el objetivo establecido, más se luchará por su consecución. Los
objetivos impuestos son mucho menos efectivos, ¿Cuánto corazón y ganas le pones
a tu proyecto y cuánto le pones al que te han sugerido?
Medibles y Cuantificables – Es
imposible hacer un correcto seguimiento de un objetivo que no se puede medir.
Tomemos como ejemplo “la mejora de la atención telefónica”. Dirás que en la
encuesta que realizas anualmente a tus clientes les preguntas por su
satisfacción con respecto a la atención telefónica y que este es un dato
contrastable y medible año a año. No es del todo correcto porque dejas en mano
de la “percepción” del cliente su opinión sobre tu servicio. En este caso los
parámetros que se manejan son del todo subjetivos: su relación con la
operadora, el que últimamente haya tenido un pedido entregado con retraso
podría penalizar toda la encuesta y, aunque le hayas contestado el teléfono a
la primera, dirá que tu atención telefónica no es tan buena como se desea, etc…
Lo primero será preguntarnos ¿qué factores contempla mi cliente para valorar si
hago una buena atención telefónica? Si mi cliente valora la rapidez en la
contestación mi objetivo podría ser “Contestar el teléfono antes de 4 rings”:
si no establecemos un número de rings máximo, no se sabrá si se ha mejorado.
Concretos
y Específicos – Estaría mejor definir un objetivo si en lugar
de poner "querer mejorar la atención telefónica", pusiéramos
"contestar el teléfono antes de 4 rings".
Compatibles– Si un objetivo no es compatible con otro, será imposible su
consecución. Hay que poner especial atención en este punto. Por ejemplo, no se
podrá reducir el gasto de correo postal si no se habilita el uso de correo electrónico
al personal.
Alcanzables
- A la hora de establecer el objetivo hay que considerar que tiene que
poderse alcanzar con cierto grado de dificultad; tiene que considerarse un reto
alcanzable; lo fácil no motiva, pero lo imposible ni se comienza.
Con
plazos – Es importante establecer
plazos de cumplimiento, en caso contrario es posible que la consecución del
objetivo se alargue en el tiempo indefinidamente sin cumplirse.
Por
escrito – Teniendo los objetivos por
escrito, aumentamos nuestro compromiso, sirven como recordatorio y facilita su
seguimiento y revisión.
Si después de leer estas líneas, crees que
sería posible intentarlo, no dudes en que la mitad del trabajo ya lo tienes
hecho, pues la convicción mueve montañas. Si además añades ILUSIÓN y CORAZÓN,
verás que fácil resulta obtener resultados visibles de lo que considerabas ”un
sueño”. No obstante, en todo camino de rosas también encontramos espinas, te
recomendamos que aprendas de los fallos cometidos y no los veas con actitud
crítica, sino de mejora. Es la mejor forma de alcanzar el éxito.
Tomado de: Formación en Excelencia en
Gestión para organizaciones. Curso impartido por Teresa Román Valdivia
–teresa.roman@kreadis.com
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